jueves, 17 de abril de 2014

La barrica de Santo Martino: Un vino de 900 años de antigüedad


Imagen del calendario isidoriano

Santo Martino

Santo Martino, así es como se llama en arcaísmo leonés, nació en un hogar de noble ascendencia. Su padre, D. Juan, y su madre, Dª. Eugenia, ambos eran “ex territorio legionensi”. Pero no sabemos con certeza ni el lugar donde nació; se cree que fue en Palacios de Torio, cerca de León ciudad. La fecha de su nacimiento, pudo ser entre los años 1120-1130.  Siendo aún niño y enviudado su padre, se recluyen ambos en el monasterio de San Marciel (Marcelo), bajo la regla de San Benito. En San Marcelo aprendió a cantar salmos e himnos y fue niño de coro. Aquí paso su infancia y parte de su juventud, y a la edad de 18-20 años fue ordenando de subdiácono. 
  
Después de muerto su padre y de haber repartido su herencia entre los pobres, en torno al año 1154, Santo Martino emprende sus grandes peregrinaciones, que le mantendrían fuera de León unos 30 años. De nuevo en León, Santo Martino, ya casi un anciano, ingresó en el monasterio de San Marciel, tomó el hábito de la regla de San Agustín y fue ordenado primero de Evangelio y luego de Misa por el obispo Manrique (1181-1205). No sabemos cuantos años permaneció en San Marcelo, ni cuando pasó para el monasterio de San Isidoro. Pudo haber sido en 1184, año en que tomó posesión el abad D. Facundo. 

Instalado ya en San Isidoro, ocupa una cámara situada sobre el Panteón de los Reyes, que previamente había sido habitada por Dª. Sancha. Allí, en 1185, empezó a escribir sus obras, siendo ya un “senex benerandus”Santo Martino falleció el 12 de enero de 1203 y su mano apareció incorrupta en 1513, cuando las reliquias del Santo fueron trasladadas a una capilla que se hizo en su honor.

Las tres llaves que custodian la barrica con el vino milenario

Un vino de 900 años

Existe en la Real Colegiata de San Isidoro un vino procedente de una barrica del siglo XII que según la tradición fue rellanada por primera vez por el santo. Es un vino añejo, como un coñac con gran solera, probablemente de los más antiguos del mundo, debido a la "madre que tiene", una barrica de roble de novecientos años y que se conserva en algún escondrijo de la Colegiata de San Isidoro. 


Rodeada de un gran misterio, esta barrica está custodiada con tanto celo que, incluso, la puerta detrás de la que se esconde desde antaño está cerrada bajo dos llaves.

Una llave la guarda el abad de turno y la otra el administrador; ambos, cada día de Jueves Santo, se reúnen con sigilo en algún punto de la Colegiata para extraer de la cuba este preciado vino. La barrica tiene once cántaras de capacidad (176 litros) y sólo unas pocas personas han tenido ante sus ojos este recipiente, que ni siquiera puede ser fotografiado .Sí se ha visto su vino, de los más añejos que existen y que ve la luz el día de Jueves Santo, cuando el abad y el administrador lo extraen de la barrica después de los oficios.
En ese momento, sacan de la cuba tres cuartos de litro de vino y vuelven a echar el doble de cantidad de la que han sacado de mosto, para afrontar la evaporación y la absorción de la madera. Después, la barrica, que se conserva desde entonces en perfecto estado, vuelve a su lugar de origen, donde continúa con la misma temperatura, luz y posición exacta hasta el Jueves Santo siguiente.
Los miembros del Cabildo Isidoriano son los únicos privilegiados que pueden degustar este vino añejo, aunque excepcionalmente a lo largo de la historia lo ha probado alguna autoridad. Este vino, según su abad, forma parte de la comida de confraternidad que celebran los miembros del cabildo el día de Jueves Santo. Esta barrica ha sobrevivido a avatares de la historia, como la invasión Napoleónica, que dejó huella en la Real Colegiata, una de las principales joyas del románico. Así pues, la Colegiata además de otros muchos tesoros, conserva también entre sus muros  posiblemente  el vino más viejo del mundo.